Prof. Carla Valicenti *
Es posible discutir y
mucho acerca de la o las finalidades de la educación formal. Hoy l@s
docentes observamos tantas dificultades en la comprensión lectora y
en la escritura de nuestr@s alumn@s que inevitablemente la
lectoescritura toma un lugar nuclear. Ya no como alfabetización
elemental, como la hemos pensado históricamente en el primer ciclo
del nivel primario, sino como el desarrollo de competencias para
interpretar textos e interpretar la realidad. Pero las preguntas
sobre las finalidades de la escuela no terminan allí. Como la
Argentina es un país pobre y cada una determinada cantidad de años
- no muy distantes entre sí - atraviesa alguna profunda crisis
económica, resucitan entonces los debates acerca del rol
específicamente educativo o la combinatoria educativa-asistencial.
Además, cada nivel tiene la búsqueda de su propia identidad. Por
ejemplo, la educación secundaria en el siglo XXI continúa
discutiendo si su principal objetivo formativo es para el trabajo, la
continuidad de estudios superiores o la ciudadanía. En la mayoría
de los casos la respuesta está en la clase social de pertenencia de
l@s estudiantes de cada comunidad escolar.
Sin embargo, existe una
finalidad ineludible que a veces se olvida, pasa desapercibida o
está latente y no es explicitada. La escuela tiene que enseñar a
pensar y a reflexionar. La verdadera construcción del conocimiento
acontece a partir de un ser que experimenta, una cabeza que piensa,
que se pregunta y que elabora hipótesis. Un/a docente tiene y
transmite curiosidad por el conocimiento. Un/a docente que no analiza
y comprende el proceso cognitivo que está desarrollando su almn@ y
no opera sobre él para lograr los mejores aprendizajes posibles está
limitando su actividad a transmitir información. Informar no es
enseñar. Mejorar la enseñanza es lo que profesionaliza nuestra
tarea. Cursos, segundas carreras, lecturas de libros y revistas,
intercambios con otr@s coleg@s son algunos de los caminos que nos
conducen a la profesionalización.
Cabe reiterar una
pregunta que da vueltas desde hace varias décadas: ¿L@s docentes
somos profesionales o trabajadores? Entiendo que somos ambas cosas y
no existe la antinomia. Somos profesionales de la educación – de
un nivel y/o área del conocimiento – que la mayoría de las veces
trabajamos en relación de dependencia y eso nos hace trabajadores de
la educación. Una sociedad que interpelándonos como profesionales
en relación de dependencia rompe con el mito del apostolado docente,
viejo vicio identitario del normalismo que ha sido funcional a
nuestra pauperización.
Llega el mes febrero y
comienzan los debates acerca del salario docente. Llega marzo y
muchas escuelas argentinas están de paro. Confieso con dolor –
como docente – y con vergüenza – como ciudadana – que es el
momento del año cuando más imbecilidades escucho acerca de la tarea
educativa. Hace un rato escuché en un programa radial local
villamercedino a dos pseudoperiodistas afirmar que l@s docentes nos
equivocamos cuando comenzamos a autodenominarnos trabajadores porque
lo principal en nuestra tarea debe ser la vocación. La necesidad de
la vocación, a mí entender, está fuera de discusión y no entra en
contradicción con la condición de trabajador/a ni con la
profesionalización. De todas formas creo que la ofensa más profunda
la cometió la Sra. Presidenta de la Nación hace exactamente un año
atrás cuando subestimó los reclamos salariales docentes por creerla
una actividad laboral de sólo cuatro horas y tres meses de
vacaciones. Declaraciones cargadas de desconocimiento y prejuicio.
Sin embargo, no tiene exclusividad ni originalidad en esta
interpretación de la docencia. Mucha gente en la Argentina piensa
así.
Much@s docentes trabajan
más de un turno (20 horas semanales). Sin embargo, para quienes
formalmente sólo trabajan un turno las responsabilidades laborales
no terminan en la escuela. Las clases se preparan previamente y a eso
se lo llama planificación. L@s docentes de niñ@s pequeñ@s
generalmente dedican mucho tiempo a preparar materiales lúdicos con
fines didácticos y l@s de niñ@s más grandes, adolescentes y
universitari@s a corregir. Tod@s buscan y elaboran materiales
didácticos. El período de vacaciones varía según la provincia y
la modalidad de la escuela (pública o privada) pero a los tres meses
de vacaciones no llega nadie. Mucha gente también desconoce que por
diferentes vericuetos legales algun@s docentes que trabajan con
suplencias u otras modalidades que no son la de planta funcional
titular no cobran salario durante el receso de verano. Al igual que
l@s maestr@s integradores, quienes trabajan en forma personalizada
con niñ@s con necesidades educativas especiales, que se desarrollan
en calidad de monotributistas facturando diez meses de trabajo al año
a las obras sociales.
Desde la sanción de la
Ley nº 24.049, en 1992, que descentralizó la totalidad de la
educación primaria, secundaria y terciaria a las provincias, las
diferencias regionales se han ido profundizando. Los salarios y las
políticas curriculares son las más obvias. Voy a centrarme en el
abordaje de la temática salarial por estar en boca de tod@s en estos
días. En otra oportunidad haré foco en lo curricular. Por ejemplo,
las paritarias nacionales docentes no están funcionando como
ordenador de la escala salarial docente. Un caso que nos llama a la
reflexión es la Provincia de Buenos Aires. La gobernación no logra
garantizar el piso salarial establecido por la Nación. Nación marcó
un piso del 22% y el Estado bonaerense ofreció 17,8%. Sabiendo
también que ninguna de las dos lo pretende actualizar según el
índice de inflación anual del 25%. La Ciudad Autónoma de Buenos
Aires con un 26% no eleva mucho la apuesta por sobre la propuesta
nacional aunque logra superar a la provincia homónima. Tod@s sabemos
del faltante de docentes de nivel primario en la CABA y del flujo de
docentes residentes en el conurbano bonaerense que trabajan en ella.
Estas disparidades, en el corto y mediano plazo, pondrán en riesgo
la cobertura de los cargos docentes en el conurbano. El área
metropolitana de Buenos Aires carece de coordinación interestatal no
sólo en educación, también en otras áreas como por ejemplo la
salud y la problemática ambiental. Sus ciudadan@s se intervinculan
en la cotidianeidad laboral, académica, familiar y social, mientras
l@s gobernantes actúan como si la Av. Gral Paz y el Riachuelo fueran
el Muro de Berlín en lugar de un límite arbitrario o, como dicen
los geógrafos, una frontera porosa. Deseo comentar otro caso que
“descubrí” hace poco tiempo. En la provincia de San Luis desde
el regreso de la democracia no existen las paritarias docentes.
Compulsivamente este año la gobernación decidió asignar un aumento
salarial del 25% a tod@s l@s emplead@s estatales(que no computa en el
básico). En San Luis la mayoría de las escuelas son estatales. Sin
embargo, las escuelas privadas quedan en un “limbo”, carentes de
regulación, permitiendo que existan algunas que ofertan un sueldo
mensual de $ 1800 por un cargo docente titular de 20 horas semanales.
Las escuelas tienen
serias dificultades para efectivizar sus funciones de enseñar a
pensar y promover la curiosidad por el conocimiento cuando quienes
conducimos esos procesos de enseñanza somos
trabajadores-profesionales pauperizados, sumado ello a un proceso
inflacionario que nos ubica en una creciente situación de
vulnerabilidad económica.
*
Profesora
para la Enseñanza Primaria y graduada del Postítulo Procesos
y problemas de la sociedad y la cultura latinoamericana (CEPA
– GCBA). Docente en escuelas privadas de CABA y del conurbano
bonaerense y públicas de San Luis. Trabajó en ONGs, en el
Ministerio
de Educación de la Nación y
como columnista de educación en el programa radial “Bien del Sur”
(FM Patricios, CABA).
Fanática
de la enseñanza de las Ciencias Sociales.